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Cultura y civilización en el desarrollo de la humanidad

La correlación entre los conceptos de cultura y civilización es un problema bastante complejo. Algunos filósofos los consideran casi sinónimos, pero también una cohorte de aquellos que crian estos términos y los consideran antagónicos. Consideremos el significado mismo y el origen de estas palabras. "Cultura" apareció en la antigua Roma y originalmente designó el cultivo de la tierra. La etimología del término "civilización" proviene del latín "civis" (que significa ciudadano, ciudadano). Este término implica un cierto nivel de desarrollo de las relaciones sociales (leyes, infraestructura estatal), la vida cotidiana (edificios públicos, carreteras, abastecimiento de agua, etc.), las costumbres y el arte (ética y estética).

Como podemos ver, por un lado, los romanos incluyeron la cultura (en su entendimiento actual) en el término más general de "civilización", y por otro lado, lo contrastaron como algo rural y bárbaro para la ciudad, iluminado y refinado. Sin embargo, definitivamente podemos decir que en los albores de la humanidad ambos fenómenos no eran antonimos. Después de todo, decimos: "la cultura de las civilizaciones antiguas", lo que significa una fusión orgánica de los logros técnicos y la mitología, el arte y la ciencia de un pueblo en particular en un cierto nivel de progreso.

El hombre no se adapta al mundo que lo rodea, sino que trata de transformarlo. Por lo tanto, podemos decir con confianza que tanto la cultura como la civilización son una manifestación del desarrollo progresivo de la sociedad humana, es decir, una consecuencia del progreso. Por un lado, una persona trata de comprender las leyes que existen en la naturaleza y usarlas para obtener beneficios materiales adicionales para su existencia. Por otra parte, trata de darse cuenta de su lugar en este mundo, de encontrar la armonía perdida, de comprender el propósito de su vida.

Hasta el Nuevo Tiempo, la cultura y la civilización no se oponían, sino que se complementaban mutuamente. Las leyes de la naturaleza fueron entendidas como establecidas por las normas de Dios (o deidades), y por lo tanto la esfera de lo espiritual interactúa activamente con el mundo material. La creación de Dios – el hombre – creó una naturaleza diferente, que también participó en la armonía celestial, aunque se manifestó en cosas tan aparentemente mundanas como un molino de agua, arado para el arado profundo y préstamos bancarios.

Sin embargo, con el comienzo de la era tecnogénica, los conceptos de "cultura" y "civilización" comienzan a divergir. La producción en masa de los productos que salen del transportador los despersonaliza, los aleja de su creador – artesano. El hombre dejó de poner su alma en las cosas, y comenzaron a dominarlo. Ambos conceptos se volvieron antagónicos y, además, hubo un ersatz, un "centauro" de ambos fenómenos: la moda.

¿Cuál es la esencia del enfrentamiento en el que se ubican la cultura y la civilización? El primero opera con valores eternos (el clásico nunca se vuelve obsoleto), y el segundo procede del hecho de que los gadgets se vuelven moralmente obsoletos, son reemplazados por otros más perfectos. La ciencia moderna es pragmática (financiada principalmente sólo aquellas industrias que aportan dividendos tangibles), mientras que los logros del espíritu no siempre devuelven los costos. El arte, la literatura, la religión se basan en los logros de todas las edades pasadas, mientras que cada nivel de la siguiente etapa del progreso suele ser autosuficiente.